En el oeste de Gran Canaria, entre montañas que se alzan como guardianes centenarios y playas que acarician las olas del Atlántico, se encuentra La Aldea de San Nicolás. Este rincón isleño, lejos de las rutas turísticas convencionales, revela un mosaico de experiencias que van más allá de lo evidente. Desde la Degollada de Tasarte, el viajero, es recibido con un paisaje que despierta los sentidos: un valle fértil rodeado de montañas majestuosas y playas de arenas doradas.
La Aldea de San Nicolás es el único pueblo de Gran Canaria que cuenta con una red de Museos Vivos. Se trata de una de las experiencias museísticas más novedosas y enriquecedoras. Distribuidos, entre otros, en La Gañanía, La Escuela, El Almacén de Tomates, La Tienda de Aceite y Vinagre, El Molino de Gofio, La Zapatería, La Barbería, La Medicina Rural, El Centro Alfarero y La Música, donde los niños, jóvenes y adultos de Canarias pueden disfrutar un día con las tradiciones: ordeñar, arar, trillar, amasar, hacer el queso, conocer en vivo todas las tradiciones artesanales recuperadas de nuestro pueblo, visitar una escuela tradicional, un almacén de tomates, la tienda de aceite y vinagre, etcétera.
Todo esto ha sido posible gracias a la participación en todas las actividades de los mayores del pueblo de una forma desinteresada y altruista: su filosofía es que la cultura tiene que estar al alcance de todos y no tiene precio, por lo que siguen siendo los protagonistas de su difusión.
Siguiendo esta línea también tenemos que destacar también el Rancho de Ánimas de La Aldea de San Nicolás, que ha sido recuperado, y que es uno de los pocos municipios de Canarias que lo mantiene. Esta tradición tiene por objetivo rendir culto a los muertos a través de la música.
La tradición también hace acto de presencia en dos de los actos más esperados por todos los aldeanos y aldeanas como son el Auto de Reyes o el Carnaval Tradicional, en el que los vecinos y vecinas participan ataviados con mascaritas de su tiempo, ropas viejas, el uso de velos o paños para tapar la cara, la cesta, la caña. A los niños y niñas se les viste de cabras y machos, con cencerros, y son los adultos los que les guían como si fueran pastores durante todo el recorrido.
Acceder a La Aldea de SAn Nicolás es sumergirse en una historia marítima fascinante. Antes de 1939-1942, el puerto natural era la puerta de entrada y salida para los productos agrícolas y comerciales de la comarca del Oeste. El muelle-embarcadero, construido por el comerciante alemán Ernesto Carlos Jack en 1897, marcó una nueva era en el desarrollo agrario de la región. Hoy, ese antiguo almacén de empaquetado es el Centro de Visitantes de la Micro - Área El Roque, donde una exposición submarina detalla la flora y fauna del fondo marino, y ofrece información turística que complementa tu inmersión en esta joya canaria.
La Aldea de San Nicolás es un destino que se despliega como un caleidoscopio de experiencias, donde cada rincón cuenta una historia y cada historia se entrelaza con la esencia de este paraiso canario. Sumérgete en sus paisajes, descubre sus tradiciones y déjate envolver por la autenticidad de La Aldea, un tesoro oculto que guarda a aquellos viajeros dispuestos a explorar más allá de lo convencional.